A mediados del pasado siglo XX se construyó un restaurante pegado a las murallas de la fortificación de O Castro, en la ciudad de Vigo, e incluso en los años setenta se le añadió un segundo piso. Su nombre era El Castillo y las vistas desde sus ventanas y sus terrazas eran realmente espectaculares. Estuvo operativo hasta el 2006, cuando el Concello decidió no renovar la concesión y quedó abandonado.
Durante sus años de existencia sirvió de marco -incomparable- para la celebración de numerosas bodas y banquetes que todavía recuerdan miles de personas que acudieron a sus instalaciones. Sin embargo, en 1968, la estructura del fortín fue designada como monumento de arquitectura militar, de tal modo que, amparándose en la Ley de Patrimonio Cultural de Galicia, de 1995, y considerando que la construcción era realmente un añadido a una estructura histórica, la barbaridad arquitectónica quedó eliminada.
Evidentemente, su eliminación ha beneficiado notablemente al conjunto arquitectónico de la fortificación original, y el restaurante El Castillo sólo es un recuerdo en la historia de la ciudad.