Quienes ya peinan canas recordarán aquel anuncio de una estufa en los años setenta que decía: “Aquí no hay invierno”. Fue un auténtico éxito en una época en la que la mayoría de las viviendas españolas carecían de calefacción central y tenían que conformarse con los históricos y peligrosos braseros, y con las estufas eléctricas y las de gas butano, las llamadas catalíticas.
Las estufas eléctricas no eran para los pobres porque incrementaban el consumo de una energía que siempre ha tenido un precio elevado, a pesar de que aquí, en Galicia, existe una gran producción eléctrica derivada de los pantanos que inauguró en su día Francisco Franco y que estaban controlados por Fenosa. Anecdóticamente, Franco reconoció el innegable mérito emprendedor de Pedro Barrié de la Maza concediéndole el título nobiliario de Conde de Fenosa. Lo realmente curioso es que significa eso mismo: “Conde de las Fuerzas Eléctricas del Noroeste Sociedad Anónima”, algo en lo que poca gente repara.
Al margen de la anécdota, lo que es cierto es que Galicia, gracias a esos pantanos y a otras instalaciones inauguradas posteriormente, en su mayoría eólicas, es una parte de España de enorme importancia en la producción de energía eléctrica. Sin embargo, la electricidad en Galicia se paga al mismo precio que en el resto de España, una riqueza que se comparte solidariamente por obligación de los gobernantes que lo permiten, y por el abuso de las empresas que actualmente controlan los sistemas energéticos. ¿Por qué Galicia no puede beneficiarse de su propia riqueza con un precio más reducido?