Pero Galicia es la tierra verde, llena de color y de vida gracias, precisamente, a ese ciclo natural que luego desemboca en un verano que, como este año en curso, resulta breve en si mismo, pero prolongado en la sequía y en la luz de un sol invernal que al atardecer provoca vistosas irisaciones que recuerdan el estío, cuando el gentío impide la introversión y el paseo solitario por esa orilla de la playa bañada por las aguas espumosas.