Fueron muchos los que lo intentaron sin demasiada suerte y algunos incluso perdieron la vida. La historia está llena de relatos y de leyendas en las que alguien intentó volar sin conseguirlo. Pero hoy nos parece algo tan asequible y tan habitual que no le damos importancia. Podemos desplazarnos a grandes distancias que, en algunos casos son intercontinentales, en cuestión de horas. Antaño, la única posibilidad era por tierra o por mar, con ausencia total de comodidades y con enormes peligros. Pero la evolución de los viajes en avión ha sido exponencial y cada vez resulta más barato volar.
Alguna compañía de bajo coste está estudiando colocar asientos casi verticales en los que apoyar la espalda con objeto de aumentar la capacidad de los aviones y reducir todavía más el precio del billete. Es probable que sea una realidad dentro de poco para volar dentro de un radio de acción razonable, por ejemplo, entre España e Inglaterra, como su fuera un autobús volador. Sin embargo, para muchas personas de edad esto resulta casi un sueño.
A principios de siglo XX, concretamente en la Primera Guerra Mundial, sorprendían los ataques aéreos, que superaban la capacidad de maniobra de las tropas terrestres y marítimas. Y sorprendieron, también, los dirigibles, cuyo precio de pasaje tampoco estaba al alcance de cualquiera. Sin ir demasiado lejos, viajar en avión desde la ciudad de Vigo hasta Madrid en los años sesenta del pasado siglo XX, tenía un coste prohibitivo y se padecían las grandes vibraciones de los aparatos de hélice. Hoy, todo eso está superado y algunos usuarios ya utilizan el viaje en avión con la misma frecuencia que los viajes en tren o en autobús. El aeropuerto de Peinador, en la ciudad de Vigo, hace unos años que ha remontado el vuelo ofertando numerosos vuelos a distintas capitales nacionales e internacionales, y su crecimiento sólo está dificultado por los intereses de A Coruña (apeadero de Alvedro) y Santiago de Compostela (aeropuerto “duplicado” de Lavacolla), que siguen poniendo palos en las ruedas. Pero Peinador, como digo, sigue remontando el vuelo.