Las grandes corporaciones defienden sus intereses económicos haciendo presión sobre los gobiernos para que nada cambie o, en todo caso, para que sus aspiraciones expansionistas no sean frenadas, para que sus beneficios sigan creciendo. Sin embargo, la contaminación sigue en aumento con la emisión de gases nocivos, tanto industriales como domésticos, que además del su daño intrínseco contribuyen al calentamiento global; y la contaminación también aumenta con los detritus no degradables entre los que destacan la mayoría de los plásticos; y con el aumento del consumismo. Pero el cambio resulta muy difícil porque nuestro sistema de vida está basado en unas comodidades y en unas necesidades de las que nadie quiere privarse: recipientes de un solo uso; combustibles fósiles para los vehículos terrestres y para los aviones —que incluso contaminan más—; muchos útiles que se desechan al cabo de pocos usos, como la ropa y el calzado; exceso de alimentos que se tiran… Y al hilo de este tema hemos descubierto que muchos de los repartidores de paquetería y de comida a domicilio ya están utilizando vehículos ecológicos como las bicicletas, una medida muy acertada que también contribuye a frenar una tendencia que es preciso cambiar cuanto antes.