-¿Cómo definiríais vuestro trabajo?
Rafael San Marcial: Nos gusta decir que “recuperamos” la salud de las piezas que entran al taller, hacemos la función del médico para obras de arte y objetos muy diversos que sus dueños nos traen rotos, o deteriorados por una causa o u otra: porcelanas, juguetes antiguos, objetos de coleccionismo, tallas, cuadros…
-¿Cuándo comenzó a trabajar vuestro taller?
RSM: En la década de los años cuarenta comenzó mi padre, Matías San Marcial, y yo me incorporé a finales de la década de 1950. Era un taller familiar.
Fátima San Marcial: Yo cursé estudios en la Escuela de Restauración de Pontevedra y me incorporé al taller, en 2005, tras trabajar por toda la península durante una década. Evidentemente conozco el taller de mi padre desde niña, y siempre me atrajo lo que hacían y quise adquirir los conocimientos, y la titulación.
-Sois tres generaciones, supongo que la restauración en tantos años ha cambiado mucho.
RSM: Sí, mucho… Aunque el tipo de obras no ha cambiado tanto: desde que abrió el taller siempre entró todo tipo de objetos. Y en determinadas fechas… por ejemplo, en las vísperas de Navidad entraban juguetes, en la época de difuntos se restauraban imágenes para el cementerio, muchas imágenes como los “Cristos de Limpias”…
FSM: En lo que sí hay cambios es en técnicas que se usan, modos de trabajar… hay que actualizarse constantemente en los materiales que se emplean.
-Habéis recibido la consideración de instituciones de toda España e incuso de fuera de nuestras fronteras.
FSM: Pues sí. Somos un taller de Vigo con una clientela muy directa, del ámbito de Galicia, pero en ocasiones los clientes vienen recomendados por las fábricas de las obras. Yadró, por ejemplo, Sargadelos, conocen nuestro trabajo y han guiado a clientes para que les restauremos sus piezas. Alguno de fuera de España, incluso: recuerdo un caso de Nueva York. De Francia también…
-Vuestro ámbito es más bien la restauración del objeto personal, artístico, o artesanal, ¿no?
RSM: Son décadas de trabajo y ha habido de todo, pero sí, abunda el cliente que entrega una pieza de la que es dueño.
FSM: A veces muy valiosa en sí misma, otras con un valor sentimental que la convierte en igualmente valiosa para su dueño.
-¿Tenéis algún cliente especial, que merezca la pena recordar?
RSM: Hombre, todos lo son, pero por ejemplo, lo ha sido el doctor Tomás Camacho con su conocida colección de microscopios, que ha expuesto en el MARCO recientemente. Hemos restaurado muchos de esos microscopios.
-¿Y alguna obra especialmente curiosa o importante?
RSM: ¡Sin ir más lejos, esos microscopios! Y algún Murillo, Verruguete, algún Dalí… piezas de una calidad excepcional.
FSM: Es un gusto restaurar obras tan notables: aprecias su artesanía, la habilidad y la categoría del artista de un modo único, muy especial.
-Me gustaría preguntaros sobre la percepción de la gente sobre la restauración. Ahora, con la reciente recuperación del Pórtico de la Gloria, es algo que está bastante de moda.
FSM: La gente ahora sabe lo que significa la restauración, más que antes, y de hecho le gusta respetar la antigüedad de la pieza, que se recupere lo que en verdad era. Se preocupan de que sus obras no queden como un ‘Ecce Homo’ (risas).
-¿Algún trabajo concreto del que os sintáis especialmente orgullosos?
RSM: Todos tienen importancia, de la obra de arte más antigua al pequeño objeto personal por el que su dueño guarda un cariño emotivo. E intentamos restaurarlos con el mismo cariño y respeto.
-¿Qué tipo de objeto u obra es lo más difícil a la hora de “repararlo”?
FSM: No, no… si vemos que un trabajo es inasumible por sus características o porque es irreparable, no lo hacemos, y recomendamos las medidas que pudieran mejorarlo. Por ejemplo, a veces un cliente quiere que un vidrio roto no se note, pero eso no puede ser, hay una rotura, hay una superficie de contacto, que no puede “borrarse” ni tampoco soldarse y que quede “invisible”. Lo que no puede hacerse no se puede hacer, no engañamos al cliente.
-Con vuestra habilidad para el detalle y la pintura ¿nunca os ha surgido otro tipo de trabajo relacionado con la artesanía de la que hacéis gala, o no os lo planteáis?
RSM: Hay cosas curiosas… hemos restaurado maniquís para tiendas de trajes de boda.
FSM: O hemos restaurado y repintado maniquíes con los colores de la moda contemporánea, porque eran antiguos y venían pintados de los años setenta u ochenta, por ejemplo. Y claro, las tiendas querían un maniquí “actual”… pero intentamos no salimos de nuestra línea, en términos generales. Somos restauradores de arte y de antigüedades, no otra cosa.
-Desde hace un par de décadas tenemos en Pontevedra una escuela superior de restauración, de gran prestigio, ¿ha visibilizado la necesidad de restaurar?
FSM: Respecto al cliente privado, más que la escuela, que sí es muy importante para Patrimonio, creo que lo que influye para que la gente quiera restaurar es más la economía general. En la crisis se notó, por ejemplo.
-El intrusismo me parece algo importante. Hay “manitas” que realmente carecen de preparación.
RSM: Hay personas que no son restauradores sino… “atrevidos”, tienen conocimientos amateur de manualidades y se atreven. Con los resultados que cabe esperar.
FSM: Hay que tener cuidado de a quién das ese objeto que tanto valoras para restaurarlo, porque pueden arruinarlo más aún.
-¿Cómo veis vuestro taller a medio plazo, en el futuro?
FSM: Bueno, como todo pequeño negocio dependemos tanto de la confianza de la clientela, como evidentemente de la coyuntura, las crisis económicas, la política con los impuestos para los pequeños… pero como te decíamos vivimos un momento de concienciación general, de respeto por este trabajo y, muy importante, cada vez se valora más el objeto de colección, con su historia. A veces sentimental, personal.
Por otra parte las técnicas y materiales de restauración cada vez avanzan más, y facilitan la labor de restauración.
-¿Cómo os gustaría que vuestros clientes os recuerden?
(se ríen)
RSM: Pues intentamos tener una relación cercana con nuestros clientes, ¡esperamos que nos recuerden positivamente! Y de hecho hay casos de quien entró como cliente y acabó como amigo personal. Eso está claro que es un motivo de satisfacción.