En ese año España todavía era un conjunto de diferentes reinos pendientes de unificar. Desde el año 711, los árabes tenían ocupada una gran parte de la península, y aunque la coexistencia era bastante pacífica, a veces se producían pequeños o grandes enfrentamientos armados con mayor o menor fortuna para unos o para otros, según cada caso.
En aquella época, los sarracenos tenían establecido el llamado “Tributo de las cien doncellas” a los reinos cristianos del norte, de tal modo que todos los años, como condición indispensable para no ser atacados, tenían que enviar cien doncellas a Córdoba: cincuenta de sangre noble y cincuenta de sangre plebeya. El Rey Ramiro I de Asturias, hijo de Alfonso II —a quien se conocía como “El Casto”—, se negó a aceptar el tributo y al frente de un poderoso ejército se enfrentó a los musulmanes en la población logroñesa de Abelda. La derrota fue estrepitosa y su ejército quedó muy reducido. Desde allí se retiraron a Clavijo, donde fueron acorralados. Pero, según se cuenta —y también lo referencia años más tarde Alfonso X el Sabio en una de sus crónicas—, el Apóstol Santiago se le apareció en sueños al Rey Ramiro I diciéndole que él estaría a su lado en la batalla para que la ganara con la ayuda de Dios. Y así fue, que a pesar de estar en notoria desventaja numérica frente al enemigo, lucharon con tal ardor que ganaron la batalla. Y cuentan, además, que en medio de la contienda apareció el Apóstol Santiago montando un caballo blanco y blandiendo una espada contra el enemigo al grito de “Dios ayuda a Santiago”, grito que luego derivó en el conocido “Santiago y cierra España”. Y conviene resaltar que la histórica batalla de Clavijo tuvo lugar en el año 844, como ya hemos dicho, cuando todavía faltaban varios siglos para la unificación de los reinos de España, algo que consiguieron los Reyes Católicos con la conquista de Granada en el año 1492.
El Apóstol Santiago se convirtió, de este modo, en el patrón de España, y fue denominado durante muchos años como “Santiago Matamoros”, apelativo que hoy está en desuso por ser políticamente incorrecto, motivo por el que algunas figuras alegóricas que existen en las iglesias han sido retiradas de la vista del público, o estratégicamente tapadas para no resultar ofensivas, como ocurre con esta que aparece en la fotografía y que existe en las proximidades del altar mayor de la Catedral de Santiago de Compostela.