En 1984, la fuga de un pingüino puso en alerta a la policía municipal de Vigo. El pájaro antártico desapareció del zoológico de A Madroa y estuvo un mes en paradero desconocido hasta que fue devuelto al parque de fieras. Bautizado como ‘el pingüino Paco´, su aventura es de lo más surrealista e intrigante que haya sucedido en la ciudad olívica.
Bien conocida es la historia del ‘mono Paco’, el simio verde africano (Chlorocebus sabaeus), que apareció muerto en Vigozoo en 1991 en extrañas circunstancias, sin que el crimen jamás fuese esclarecido. Algún desaprensivo le administró comida con un imperdible oculto que le perforó el estómago y le ocasionó la muerte. Su aventura dio la vuelta a España, siendo noticia en el Telediario de Televisión Española, tras convertirse en una pequeña celebridad por las protestas que había provocado que, en su jaula, se entregase a la masturbación compulsiva, un rasgo al parecer muy característico de estos monos, pero que por lo visto escandalizaba a algunos honrados ciudadanos.
Sin embargo, es menos sabida la aventura del ‘pingüino Paco’, que también estuvo en el parque de fieras de A Madroa, pero unos años antes, en 1984. El bicho había sido capturado en aguas australes por marineros del pesquero vigués ‘Vieirasa 3’, que decidieron a su llegada al puerto de Vigo entregárselo como regalo al entonces alcalde, Manoel Soto Ferreiro. “Al alcalde de Vigo le regalaron un pingüino que por dificultades técnicas para tenerlo en su casa, envió al parque de La Madroa”, escribió la crónica de La Voz de Galicia en el mes de febrero, cuando se produjo la entrega del pobre pájaro bobo, condenado a vivir a miles de kilómetros de sus hielos natales.
El año anterior, el alcalde Soto había hecho un viaje a Groenlandia, a la pequeña villa pesquera de Narsaq, al objeto de firmar un hermanamiento, con la esperanza de conseguir futuros acuerdos pesqueros para la flota viguesa. Aquello por supuesto no resultó, pero muchos en Vigo asociaron la aparición del pájaro con aquel viaje, porque varios periódicos publicaron crónicas afirmando que ‘Paco’ había sido un regalo de los groenlandeses para el zoo de Vigo. No hay mejor prueba de que en Galicia no se sabía gran cosa en materia de pingüinos, ya que es un animal que ni siquiera vive en el hemisferio Norte.
Sea como fuere, Paco se convirtió en una gran atracción. Al bicho se le habilitó un recinto cerrado, del tamaño de un jacuzzi, cerrado con unas piedras y completamente alicatado con unos azulejos blancos. Más que el hábitat de un pingüino, el resultado parecía un anuncio de Porcelanosa. Para refrescar a la criatura, se colocó una especie de ducha con agua corriente.
El caso es que el pingüino estaba allí, completamente accesible, hasta el punto de que algún visitante se llevó un mordisco cuando intentó tocar al animal. Y así fue como, el 2 de marzo de 1984, Paco desapareció. Era viernes, pero la noticia no se supo hasta el miércoles 7. “La desaparición del ave se produjo el pasado viernes, o al menos es desde cuando se le echa en falta”, explicaba el periódico de aquel día: “Primero se temió que se hubiese escapado o que lo hubieran devorado otros inquilinos del zoo. Pero las indagaciones realizadas permiten suponer que fue robado”. El concejal de Acción Social, Doro Piñeiro, ofreció unas declaraciones a los periodistas, asegurando que la policía municipal estaba “siguiendo una pista segura para recuperarlo”.
Durante varias semanas, el pingüino Paco estuvo ‘en paradero desconocido’, hasta que sorpresivamente, un mes más tarde, el 10 de abril de 1984, el alcalde Manoel Soto apareció en el zoo de A Madroa ante la prensa, para devolver al pájaro austral a su nuevo hogar en los montes de Vigo. Nadie explicó qué había sucedido, pero se filtró que el caso había sido un secuestro y que habían tenido que negociar con sus captores.
“Cuando el pingüino, tras mirar a su alrededor empezó a familiarizarse con la gente, desapareció. Unos opinaron que había sido un secuestro y otros que se había ido a la Moncloa”, ironizaba la periodista Mari Carmen Parada en su crónica de hace cuatro décadas: “Total, que ayer (mediante terceras personas) el pingüino fue devuelto al parque zoológico vigués que hoy inaugura nuevas instalaciones”.
El regreso del pingüino Paco fue celebrado como una gran noticia. Aunque, de hecho, no era el primer pájaro bobo que llegaba al zoo de Vigo, ya que antes, en 1978, ya se había instalado otro, también traído por un pesquero. “Vivienda unifamiliar con charquito incluido”, narraba de aquel primer pingüino la crónica de El Pueblo Galego, que celebraba que el ‘inmigrado polar’ llegase desde sus ‘gélidas tierras’. “¡Bienvenido, pingüino!”, concluía el diario: “Un nuevo vigués a empadronar, para que cunda el ejemplo”.
Sin embargo, este primer pájaro austral, mal adaptado a un monte vigués, duró poco. Como tampoco vivió mucho su sucesor, aquel infortunado pingüino Paco que protagonizó un rocambolesco secuestro en el zoo de Vigo en 1984.
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