En la mañana del pasado sábado, día 13 de abril, el ciudadano vigués José Luis R. se disponía a subir desde la Rúa Torrecedeira hasta la Rúa Pi y Margall en el moderno ascensor que rompe la barrera urbana existente entre ambas calles, ese elemento que forma parte del llamado Vigo Vertical y que ya se ha convertido en imprescindible, sobre todo, para los vecinos de todas las edades.
A los pocos segundos, el ascensor detuvo su marcha y José Luis quedó retenido contra su voluntad dentro del ascensor entre dos paradas. Entonces pulsó el timbre de alarma repetidas veces sin obtener respuesta, hasta que se decidió a utilizar su teléfono móvil para llamar a la Policía Municipal de Vigo, que lo atendió con cortesía y le dijo que ellos llamarían inmediatamente al servicio técnico.
Al cabo de un rato, el servicio técnico del ascensor lo llamó a él por teléfono y le informó que en veinte minutos –veinte minutos– estarían allí para resolver el problema.
Mientras tanto, José Luis, totalmente solo en la cabina y muy incómodo por el secuestro, por esa retención involuntaria y realmente molesta, incluso llegó a saludar con el movimiento de su mano a algún transeúnte que lo observó como quien observa a los monos de un zoológico, con el mismo sentimiento que José Luis López Vázquez en aquella inolvidable película de 1972 dirigida por Antonio Mercero y con guión compartido con José Luis Garci, titulada «La Cabina».
El tiempo fue pasando muy lento, de un modo interminable, y aquellos veinte minutos que le dijo el servicio técnico se prolongaron hasta casi media hora medida con su reloj.
Por fin, llegó el esperado personal del servicio técnico. Se puso en contacto con él y procedió a mover la cabina manualmente para situarla a la altura de una de las puertas, concretamente, la de la primera parada. Pero la operación requirió dos intentos porque José Luis, muy prudente y con lógica, se negó a saltar fuera de la cabina que aún estaba desplazada de la puerta. Finalmente, consiguió salir y recuperar su libertad de ciudadano, pero muy molesto con un servicio que no funcionó como estaba previsto, tanto al atender la llamada del timbre de alarma con la celeridad que se esperaba, como con el tiempo de llevar a cabo la asistencia para resolver el problema. Ahora bien, muy agradecido con la Policía Municipal y con la suerte de haber llevado un teléfono móvil en el bolsillo.
¿Qué hubiera ocurrido si la persona que protagonizó este hecho absolutamente real hubiera sido una persona de edad, con algún tipo de discapacidad, o sin teléfono? Un auténtico desastre. Algo intolerable.