Está a una altura de un par de metros y quizá por eso consigue pasar inadvertida para los cientos de personas que transitan por una de las entradas a esta zona peatonal y bulliciosa, con numerosos bares y terrazas. Esta plaza ha servido de escenario para importantes hechos históricos de la ciudad de Vigo, y hasta no hace muchos años era un lugar poco frecuentado por ser la antesala de un barrio que no incitaba ni al paseo ni a la simple visita. Pero aquella imagen de la plaza desierta y, en todo caso, ocupada por gentes de malvivir, fue mejorando gracias al esfuerzo del Concello y de los vecinos que se resistían a abandonar su barrio. Así, de unos años a esta parte, tanto la plaza de la Constitución como las calles que forman parte del Casco Vello son tomadas gentes de todas las edades para disfrutar del buen ambiente, de sus numerosos establecimientos hosteleros y de sus pequeños comercios. Atrás se han quedado unas historias que no deben olvidarse y de las que tendría mucho que hablar este personaje de piedra que parece invitar con su sonrisa a disfrutar de la ciudad de Vigo y en particular de su Casco Vello.