Valga como ejemplo esta tumba de un cementerio gallego en la que se observan dos manos saludándose amablemente. El relieve no tendría mayor importancia si no fuera porque se trata de un símbolo de clara naturaleza masónica. Podría ser que quienes lo encargaron en su día desconocieran este hecho, o podría ser, también, que alguien diera instrucciones precisas para dejar patente esa misteriosa señal de quienes buscan las últimas verdades del universo y del ser humano, para que los miembros de esa hermandad tan discreta lo pudieran reconocer más allá de su tiempo terrenal, de ese un intervalo temporal rodeado de numerosos misterios y donde lo de arriba es igual a lo de abajo, donde el conocimiento oculto es desvelado a los elegidos después de profundo estudio, observación y meditación, un complejo magisterio que se representa por una columna medio tapada por el velo de la ignorancia.