La fotografía recuerda la alegoría filosófica de la caverna —ahora que está tan denostada la filosofía—, con una imagen subjetiva de la realidad circundante. Porque el verano también propicia esas visiones subjetivas donde la alegría, el color vibrante y la luz intensa contribuyen a dar una imagen que no siempre se aproxima a la realidad; al fin y al cabo, caminamos entre sombras en dirección a un futuro que no conocemos.