Porque los animales llamados irracionales son los únicos que beben por necesidad, mientras que nosotros bebemos también por placer y al final de nuestras vidas por obligación, para hidratarnos. La vaca y su ternero, como decimos, viven una libertad aparentemente cómoda hasta que llegue el momento en que ambos sean conducidos a un matadero donde, con cierta dignidad, según dicen, se les sacrifique —-para no decir que se les mata—- y sirvan de alimento para nosotros; una historia que se repite desde el comienzo de los tiempos.
La imagen de la foto está llena de ternura, por supuesto, pero es una ternura efímera porque borramos una parte de su historia en nuestra consciencia. Entre esta imagen y la carne en el plato de comida intercalamos una dosis de amnesia, quizá de modo inconsciente para evitar un sentimiento de culpa que tiene mucho que ver con la supervivencia.