No nos referimos al desagradable garabato que mancha y deteriora una pared o un portalón, acciones que debieran ser perseguidas y castigadas de modo ejemplarizante, sino a las obras de arte elaboradas con un talento que en la mayoría de las ocasiones queda en el anonimato o, como mucho, en el círculo más próximo. Algunas de esas obras resultan efímeras porque el soporte tiene las horas, los días o quizá las semanas, contadas, como este portalón del antiguo —y ya histórico— colegio de Cluny, en la calle Gran Vía de Vigo, que ahora queda inmortalizado en esta fotografía cuyo mérito es, fundamentalmente, y justo es reconocerlo, del autor del grafiti.