Utilizando este mismo ejemplo del árbol y sus frutos, el hongo vendría a ser el árbol, aunque en su caso está invisible bajo tierra, y la seta el fruto que genera y que asoma al exterior. Precisamente, aquí, en Galicia, aunque las condiciones climatológicas siguen pareciendo una continuidad del verano, ya comienzan las lluvias y pronto aparecerán las setas, propiciadas por el clima templado y la humedad. Será entonces cuando una legión de buscadores de setas y de aficionados a la micología —que no se limitan a recogerlas sino a estudiarlas— salgan al monte para buscar un organismo que constituye un recurso alimenticio cada vez más apreciado. Pero la afición de recoger setas para comerlas, y que está cada vez más extendida, requiere de un aprendizaje previo guiado, preferiblemente, por una persona experta. Es necesario distinguir de modo inequívoco los tipos comestibles y saber rechazar aquellos otros que resulten simplemente dudosos para quienes las buscan, o que presentan, sin lugar a dudas, un peligro de envenenamiento que, en ocasiones, incluso puede ser mortal.