La tomatera va creciendo ante la vista de todos sin que nadie haya osado arrancarla, quizá porque todavía le falta tiempo para madurar. Incluso le han puesto una vara para que crezca derecha y aproveche la luz del sol. Qué mejor lugar para una huerta urbana y qué mejores cuidadores que los propios ciudadanos. Quizá con estas iniciativas se pueda evitar el robo de flores y plantas de las jardineras públicas, y quizá así mejore el respeto por estos pequeños espacios verdes en medio del cemento y del asfalto de la gran ciudad. Lo que ahora también hace falta es que la contaminación urbana disminuya y que los productos de esas plantaciones sean realmente saludables. Mientras tanto habrá que esperar a que maduren los tomates plantados en una jardinera de la Avenida das Camelias.