La historia de las apariciones marianas de Fátima es de sobra conocida, y muchas personas creyentes han acudido alguna vez en peregrinación a la población portuguesa o han hecho la novena correspondiente. El tema sigue levantando las mismas pasiones y controversias al cabo de las décadas transcurridas desde 1916, cuando los pequeños pastores afirmaron vivir aquella experiencia singular. Pero lo que llama la atención es la polarización religiosa que se está produciendo en la población de la España actual, la del siglo XXI. Hoy siguen existiendo numerosos creyentes. Sin embargo, su número no es el mismo que en épocas pretéritas, cuando se favorecían y promocionaban exclusivamente los actos de la fe católica. En la actualidad, el número de creyentes religiosos ya no es exclusivo de la religión católica, sino que se reparte entre diferentes tendencias, algunas de las cuales no estaban permitidas. En todo caso, el número de creyentes católicos y no católicos quizá quede también nivelado o incluso superado con el número de incrédulos, el de los no creyentes. Y cabría preguntarse por los motivos de esta polaridad. Algunas personas achacan el cambio a la inmigración y muchas otras lo vinculan con el descrédito de los representantes de la Iglesia Católica, incapaces de convencer. En mi opinión también existen otros parámetros que nadie puede controlar, pero que están en evolución permanente: los intereses materiales promocionados por la abrumadora publicidad en todos los medios de comunicación moderna; la vida cómoda y las necesidades de evasión rápida en un mundo donde todo se vive y se hace deprisa. Quizá por eso tengan mucho más mérito estas demostraciones de fe como la que muestra la fotografía, cuando la mayoría de los elementos están en contra; ese es un auténtico milagro.