Algunas ciudades españolas están sufriendo las consecuencias de un turismo incontrolado, un turismo masivo que perjudica gravemente a las personas que viven y trabajan habitualmente en esas poblaciones. La vivienda es la más sensible a este turismo masivo e incontrolado y en algunas poblaciones hay muchas personas que incluso tienen que vivir en caravanas o en condiciones indignas. En la ciudad de Vigo ya existen numerosos pisos turísticos, la mayoría de ellos sin declarar. El negocio de los pisos turísticos es tan tentador que algunas personas propietarias de viviendas prefieren dedicarlas a este tipo de negocio, con unos ingresos que resultan indecentes. Por ejemplo, un fin de semana en un piso turístico de Vigo relativamente céntrico supera los seiscientos euros. Así las cosas, las cuentas mensuales son notoriamente más rentables que alquilándolo por un precio razonable a una familia o a unas personas que viven de un sueldo normal. Es algo inmoral. Además, todo esto perjudica seriamente al sector hotelero, que dedica una gran inversión a instalaciones y servicios. De no controlar adecuadamente este tipo de turismo, la ciudad de Vigo irá por el mismo camino que otras poblaciones en las que la vivienda en alquiler ya resulta prohibitiva, el encarecimiento de la vida se ha transformado en inalcanzable, y sin olvidar las enormes molestias derivadas de la masificación turística. Aún estamos a tiempo de controlar esa gallina de los huevos de oro que a este paso terminará por picotearnos como granos de maíz.