Recuerdan los tiempos de antaño, cuando comenzaba a llover en octubre y terminaba con los primeros soles de la primavera, con una lluvia fina que a veces se tornaba en galerna y los barcos se veían obligados a guarecerse de los temporales. La ciudad de Vigo sabe mucho de aquellos tempestades, con numerosos buques amarrados en los muelles y otros tantos fondeados en medio de la ría. Las calles siguen siendo las mismas, sólo han cambiado los establecimientos comerciales, con otras ofertas adecuadas a los nuevos tiempos y otras gentes que también siguen llenando las aceras. La lluvia sigue siendo parecida, pero los tiempos son diferentes. Son las últimas lluvias del invierno, en vísperas de una primavera que no parece haber llegado.