La correspondencia epistolar ha quedado bajo mínimos con la aparición de las nuevas tecnologías, pero los buzones de correos aún siguen existiendo, tanto para el envío de cartas como para la distribución, como este que vemos en la fotografía tomada en la Rúa Alfonso X o Sabio, unos metros antes de su confluencia con la Rúa do Doutor González Sierra. Lo curioso de este contenedor es que ha quedado suspendido en el aire como por un efecto de magia.
Es probable que en cuanto tenga algo de peso en su interior termine inclinándose. Pero si se confirmara el efecto de la magia quizá no sería necesario un peso físico, sino una alguna carta manuscrita hablando de amor sincero, escrita con estilográfica y con esmero, con buena letra y con la calma de quien sabe esperar una respuesta lenta; un sobre con un peso tan grande que incline ese buzón recién pintado de azul, el color asociado a la inmortalidad y a lo sagrado. Pero el buzón está en el aire y quizá sea porque ahora ya nadie escribe cartas de amor.