Hoy nadie se queda en casa por ningún tipo de discapacidad. Hoy existen recursos para mitigar cualquier disfunción. Nada hay que temer ni tampoco existe ninguna discapacidad de qué avergonzarse o que nos deba hacer sentirnos inferiores. Recuerdo que hace más de cuarenta años me impresionaba cuando veía a un hombre joven con discapacidad mental asomado a través de un pequeño ventanuco practicado en una contra de madera de su ventana, en un piso alto de un edificio de una céntrica calle de la ciudad de Vigo.
El hombre veía pasar la vida desde aquella atalaya; a penas le quedaba espacio para sacar la cabeza, seguramente por miedo a que pudiera tirarse. Nunca lo sacaban a la calle. Permanecía todo el rato en casa. Viendo por la ventana. Como él había muchas más personas. Pero los tiempos han ido cambiando, afortunadamente, y la sociedad actual, mucho más valiente y preparada frente a la adversidad, tiene recursos para mitigar cualquiera de esas dificultades. Incluso de modo tan divertido como un patinete. Sólo es cuestión de valentía y de estar por encima de lo que puedan opinar algunos de los que nos rodean, porque todavía quedan necios.