Pero en medio de esa vorágine cotidiana aparecen escenas llamativas y curiosas como la de la fotografía, tomada en la Rúa Carral de la ciudad de Vigo. Tres personas avanzan con premura hacia su destino arrastrando una bicicleta que lleva de paquete un perro metido en una caja de frutas. El bulldog francés aparente mucha tranquilidad y se deja llevar calle arriba, observándolo todo desde esa atalaya móvil y provisional. Eso sí, no puede ir olisqueando el suelo, los rincones y las esquinas, como es la costumbre de todos los chuchos, ese curioso periódico perruno que informa de quién ha pasado por allí, quién está enfermo, e incluso qué es lo que ha bebido o comido el perro amigo, el enemigo o el vecino. A cambio tiene comodidad y tranquilidad. Ya tendrá tiempo de correr.