Fue “una grandiosa manifestación de duelo”, según la crónica de la revista ‘Vida Gallega’ de aquel mes de enero de 1922: “duelo popular, el más grato a los ojos de la Historia”. Porque los funerales por la muerte del industrial Antonio Sanjurjo Badía constituyen un hito por la participación multitudinaria de los vigueses. Miles de personas abarrotaron las calles para acompañar al empresario en su último viaje, incluyendo a los propios obreros y sus familias, que acudieron en masa a la fábrica donde se instaló la capilla ardiente y se ofició la misa de cuerpo presente.
Porque el propietario de La Industriosa no sólo había destacado como notable inventor, sino también por su conciencia social. De hecho, había creado una caja de previsión, que permitía a sus obreros tener una prestación en caso de enfermedad, algo muy avanzado para su época. Cuando en 1920 el alcalde de Lavadores, Tomás Martínez Silva, quiso dedicarle una calle, entre los motivos figuraba el siguiente: “Es rarísimo hallar una fábrica o taller donde los trabajadores consideren a su patrono como un protector y éste a aquellos como sus favorecedores”.
“Vigo rindió uno de los más grandes testimonios de respeto a los restos mortales del señor Sanjurjo Badía”, escribía el redactor de ‘Vida Gallega’, que destacaba que el fallecido “fue un gran amigo de la clase obrera y de su taller salieron por centenares los grandes mecánicos que honran hoy la industria gallega”.
«La Industriosa»
Periódicos como el Diario Galicia, recuerdan su vida: el hijo de un relojero que, con 17 años, emigró a Cuba y que regresó a Vigo, donde creó un taller que primero llamó ‘La Fundidora’ y finalmente ‘La Industriosa”, nombre con el que honraba a las abejas, cuya laboriosidad admiraba, además de ser un notable apicultor que inventó una ‘colmena mecánica’ que presentó en varias exposiciones de inventos.
En el taller de Sanjurjo, a lo que apodaban el “Habilidades”, se construyó la primera máquina de vapor fabricada en Galicia. Y pronto ganó fama reparando motores para barcos de todas las banderas que recalaban en el puerto de Vigo. Siempre ideando proyectos, nuestro hombre participó en la fundación de la primera fábrica de papel continuo que hubo en el país, que se movía con una máquina de vapor diseñada por él. Abierta en el ayuntamiento de Lavadores, supuso un grande avance para la imprenta y la prensa escrita en Galicia.
Pero el invento que le ha dado fama universal es la ‘boya submarina’ que estrena en 1898, coincidiendo con la Guerra de Cuba, y con la que pretende combatir a los Estados Unidos. En las pruebas, el artefacto gobernado por el propio Sanjurjo navegó a 20 metros de profundidad durante una hora y media. El rudimentario submarino puede verse hoy en el Museo del Mar de Galicia. También fue Sanjurjo el creador de “La Regional”, compañía de autocares cuya principal ruta era A Coruña-Santiago. Con ella, desbancaba a las viejas diligencias de “La Ferrocarrilana”, de tracción animal.
Elogios a Sanjurjo
En ‘Vida Gallega’, junto a las fotos de los funerales realizadas por Jaime Pacheco aquel enero de 1922, leemos los encendidos elogios a Sanjurjo: “Se lo debió todo a sí mismo. Empezó s magna obra en su modesta forja como modesto forjador”, narra la necrológica: “Murió poseyendo una de las más importantes fundiciones de España y tan patrióticas empresas como la primera línea de automóviles que corrieron entre Santiago y La Coruña”.
Dos años antes, se había inaugurado ya la calle que todavía hoy lleva su nombre. Y según las crónicas seguía en activo hasta el día de su muerte: “En plena vejez, el señor Sanjurjo seguía pensando siempre en sus empresas y en sus operarios”, anotaban.
El funeral en la propia fábrica con el féretro de Sanjurjo abarrotó por completo el recinto, por la colosal afluencia de obreros y sus familias, además de las autoridades y la propia familia del industrial. Las fotos muestran las calles abarrotadas de gente en la comitiva fúnebre, como sie tratase de una colosal manifestación. El fotógrafo Sarabia retrata a la multitud en el paseo de Alfonso, que colapsa totalmente las calles hasta donde se pierde la vista, con los tranvías atascados por el tumulto de la gente que sigue a la carroza fúnebre con su tiro de caballos.
“Galicia ha perdido hoy a uno de sus hijos más valiosos”, concluye la revista ‘Vida Gallega’. Sucedió en Vigo hace ahora exactamente un siglo, en 1922, cuando la ciudad despidió masivamente a un industrial inolvidable.
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