En la Avenida García Barbón, de Vigo, existe una antigua fuente que hoy pasa inadvertida a los ojos de los transeúntes, aun cuando antaño prestó un importante servicio al vecindario, en los tiempos en los que el agua corriente no llegaba a todas las viviendas. En su frontispicio, grabada en la misma piedra, luce la fecha de 1888, y aún puede leerse.
Sus grifos, ya adaptados a los nuevos tiempos, permanecen cerrados a la espera de que alguien los pulse para beneficiarse de esa agua cristalina que por ser gratuita ya nadie parece valorar. Pero, a pesar de tanta historia, la fuente, tal como se observa en la fotografía, permanece abandonada y merece un recuerdo.