La Reconquista de Vigo fue en 1809 un éxito de todos los vigueses, tanto quienes desde dentro de las murallas de la villa actuaron como espías o saboteadores, como de los que se armaron en los campamentos rebeldes, primero en los altos de Zamáns y Valadares para acercarse luego a las puertas de la villa. También fue un éxito internacional, en el que participaron británicos de las fragatas ‘Venus’ y ‘Lively’, comandadas por dos escoceses: los capitanes McKinley y Coutts-Crawford.
También irlandeses, como O’Doherty, que luchó más tarde en la batalla de Pontesampaio. O portugueses, como los que combatieron al mando del bravo teniente Almeida. Sin embargo, no debemos olvidar que aquel hecho histórico, la primera plaza fuerte que era liberada después de haber sido conquistada por tropas napoleónicas, fue también un éxito metropolitano, en el que hace más de dos siglos ya se hizo patente que la unidad del área de Vigo. Que actualmente trabaja en las mismas industrias, nace y muere en un mismo hospital o vibra con el Celta en un solo estadio. Pero que en sus tiempos incluso hacía la guerra unida.
Bloqueo naval de los franceses
Cuentan las crónicas cómo los marineros de Cangas, Moaña, Bouzas o Baiona consiguieron el primer bloqueo naval de los franceses, antes incluso de que llegasen las fragatas británicas. También fueron clave los refuerzos llegados desde O Porriño y toda A Louriña para el sitio de las murallas de Vigo. Más tarde, Redondela y Arcade sumaron su protagonismo a la ulterior batalla de Pontesampaio. Y en O Condado, A Paradanta y o Baixo Miño fue determinante el acoso a las tropas francesas y el sitio de la ciudad de Tui, donde el general Lamartiniere se veía vetado para enviar refuerzos para ayudar a los casi dos mil soldados acantonados en Vigo.
Desde una semana antes de la tarde del 27 de marzo de 1809, cuando se libró la batalla definitiva de la Reconquista, con el famoso episodio de la puerta de A Gamboa, ya las tropas francesas eran incapaces de romper el cerco y todas sus salidas se saldaban con bajas. Ni siquiera podían sacar a pastar a sus caballos. Por ello, la situación en el interior de las murallas de Vigo era crítica, ante la falta de víveres, los saqueos y las continuas quejas de alcalde y regidores. Pero, si esto no llegase para convencer de la rendición al comandante Chalot, había otro dato que resultaba definitivo: la llegada de refuerzos parecía imposible. Y para lograrlo fue clave el esfuerzo metropolitano.
Aislamiento
Mucha responsabilidad del aislamiento de los franceses en Vigo la tuvo el abad de Couto, que desde el 12 de marzo mantuvo cercada la ciudad de Tui, donde estaba acuartelada una nutrida guarnición, formada por más de tres mil soldados, a las órdenes del referido general Lamartinière. Es cierto que muchos estaban heridos, y que el hospital tudense contaba con no menos de cuatrocientos ingresados, pero aún así la dotación era poderosa, pues contaba con unidades de élite de caballería, en especial dragones, además de estar reforzada por un bien surtido parque de artillería.
Esta fuerte dotación francesa en Tui impidió un cerco estrecho, por lo que las tropas de Couto se situaron en un perímetro a unos dos kilómetros de la ciudad. El cuartel general estaba situado en Entenza, en la actual Salceda de Caselas. Los gallegos contaban con unos ocho mil paisanos, repartidos en cuatro campamentos. De ellos, el más importante para la Reconquista viguesa era el de Ribadelouro, que estaba al mando del abad de Cela, Miguel Pavón, cuyas tropas se desplegaban por el valle del río Louro, integradas por vecinos de A Louriña. Esta guarnición era la que mantenía cortado el camino con Vigo, impidiendo la comunicación entre ambas plazas y, por consiguiente, el envío de refuerzos.
Fusileros gallegos
Además, era muy activo el campamento del Cerro das Penizas, con avanzada en San Xoán de Paramos, donde se contaban los mejores fusileros gallegos, que provocaban continuas bajas a los franceses en sus salidas. Esta unidad especializada se llamó “Tiradores del Miño” y estaba integrada en su mayoría por jóvenes de Ponteareas y del Sobroso.
Durante la semana anterior a la Reconquista de Vigo, las refriegas en el cerco de Tui fueron constantes, ayudando con ello a distraer a los franceses de la posibilidad de socorrer a Chalot. Ya el 14 de marzo había enviado el abad de Couto un requerimiento a Lamartinière, instándole a rendirse, a lo que el general galo contestó apresando y encarcelando al mensajero que le fue enviado. Luego, hubo escaramuzas en torno al puente nuevo, en Paramos y en As Penizas, que se saldaron con bajas en ambos bandos. Por último, el 25 de marzo llegó a la zona un batallón portugués, que se instaló cerca de Guillarei con dos cañones de a cuatro, que provocaron varias bajas a la caballería francesa, cuando salió a una expedición de castigo en la zona, intentando abrir un claro entre el enemigo para que las monturas de la plaza pudieran salir a forrajear.
Comunicaciones cortadas
Gracias al esfuerzo de los sitiadores de Tui, cortando las comunicaciones con Vigo, la Reconquista pudo ser un éxito. Y fue clave la pericia de los Tiradores del Miño, emboscados en guerra de guerrillas contra todo soldado francés que se alejase de la capital tudense.
Finalmente, en la tarde del 27 de marzo decidió el general Lamartinière enviar refuezos a Vigo. Pero ya era demasiado tarde. Para cuando llegaron a Puxeiros, la villa ya había sido reconquistada. Y el comandante Chapuzet (de interesante apellido) tuvo que huir con numerosas bajas, acosado por los vigueses que acudieron a su encuentro.
Así que la Reconquista fue también un fenómeno de amplio espacio, en el que participó toda el área de Vigo, aquella vieja comarca tierra de Turonio que tantas veces ha cantado Xosé Luis Méndez Ferrín y que ya aparecía mencionada en el Parrochiale Suevorum de los tiempos de Martiño Dumiense. Para que alguien pueda dudar de que exista en torno a nuestra ría un largo e histórico fenómeno metropolitano…