El motivo no es otro que la disponibilidad y el precio de los terrenos cuando se inició la construcción de sus primeros edificios, en los años setenta del pasado siglo, con la ayuda de la entonces Caja de Ahorros Municipal de Vigo —cuya contribución a la cultura viguesa y gallega es impagable— y con el empuje de personas tan singulares —y de mérito no suficientemente reconocido— como Armando Priegue, catedrático de la entonces Escuela de Ingeniería Técnica Industrial (más conocida como “Peritos”), y fundador de la Asociación Metalúrgica del Noroeste (Aimen). Los primeros edificios de aquella semilla universitaria que comenzó llamándose Colegio Universitario de Vigo (CUVI) fueron los que ahora ocupan las facultades de Filología, que combinaban las enseñanzas universitarias con otras instalaciones en la calle Torrecedeira —junto a la Escuela de Ingeniería Industrial—, donde se impartían las enseñanzas de ingeniería. Más tarde, en los años noventa del pasado siglo, aquel Colegio Universitario se transformó en Universidad al producirse la segregación de la de Santiago de Compostela. En el transcurso de estos años los avances han sido notables en todos los aspectos, tanto en los equipos humanos y como en los materiales, con edificaciones que son auténticas obras singulares de la arquitectura moderna, y quienes tuvieron el honor de dirigir sus destinos lucharon con esfuerzo y entrega, cada uno de ellos con su estilo personal, por convertirla en una universidad cuyo prestigio ya trasciende al resto de Europa y al resto del mundo. Vaya desde aquí el recuerdo para todos sus rectores: Luis Espada Recarey (1989 – 1994), José Antonio Rodríguez Vázquez (1994 – 1998), Domingo Docampo (1998 – 2006), Alberto Gago (2006 – 2010), y Salustiano Mato (2010 – ).