La ciudad de Vigo sufre, quizá más que otras, la consecuencia de esa falta de respeto por su mobiliario urbano, por todo aquello que la embellece, por la propia ciudad. Sin duda, el respeto es algo que se aprende desde edad temprana en el seno de la familia, sin que por ello deba ser tomado como un valor exclusivo de una clase conservadora; el respeto es la base de la convivencia y está por encima de clases sociales y de recursos económicos. La fotografía es una muestra real del vandalismo. El homenaje a la poetisa María do Carme Kruckenberg, tan sensible y tan defensora de las libertades, ha sido profanado con pintadas sin sentido. El artístico mural ha sido deteriorado, en definitiva, en aras de un protagonismo que nadie comprende, seguramente producto de la frustración de quien no sabe el significado y la extensión de la palabra respeto, de quien merece un serio y contundente correctivo, sin que este deba ser tomado como un signo antidemocrático, porque la misma democracia también tiene sus límites.