Si excavásemos sin descanso el nuevo túnel de la Porta do Sol, llegaríamos al otro lado de la Tierra. Sería un viaje de más de 12.000 km, en el que tendríamos que atravesar el núcleo de nuestro planeta, que mide 7.000 km de diámetro y está compuesto mayoritariamente por hierro a más de 6.700 grados Celsius. Para hacernos una idea de esta temperatura, sin tener que descalzarnos y meter el pie, diremos que la superficie del Sol está más bastante más fresca: a sólo 5.500 grados.
Así que no parece una buen idea ir a conocer a nuestros antípodas viajando al centro de la Tierra, como imaginó Julio Verne. Porque el punto exacto al otro lado del mundo que coincide con Vigo, en nuestras antípodas, está situado en Nueva Zelanda, concretamente en la pequeña población de Dobson, a orillas del río Grey, y muy próximo a la ciudad de Greymouth. Y es preferible visitarlo a través de la superficie, preferiblemente en avión, aunque un vuelo directo tardaría más de 20 horas.
El último récord de velocidad de Londres a Australia fue de 17 horas, en un avión de la compañía Quantas. Pero todo esto en nada asusta a ningún vigués, porque ir en tren de Vigo a Barcelona tarda actualmente 13 horas con 57 minutos. Casi es más fácil viajar de aquí a las antípodas que moverse a Bilbao o a Lugo con la Renfe.
Nos quedaría la idea del pozo desde la Porta do Sol, siempre preferible a tomar un tren desde Vigo a ninguna parte. Cualquier vigués se metería en ese agujero antes que en un Alvia, pero hay un problema técnico. El orificio más profundo excavado jamás por el ser humano es el Pozo de Kola, en Rusia, que tiene 12,3 kilómetros de profundidad, mil veces menos de lo necesario para aparecerles a nuestros antípodas cavando un hoyo en plan topo y diciendo ‘¡Buenos días!”
Dejando el desplazamiento aparte, hay que decir que es casi un milagro que Vigo tenga antípodas en tierra firme. Como curiosidad, Galicia es casi que un caso único en Europa. La práctica totalidad de nuestro continente tiene sus antípodas en medio del océano, sin que se pueda encontrar una villa ni ciudad que se espeje en el hemisferio sur al otro lado del mundo. Si superponemos los dos hemisferios de la Tierra, veremos que la inmensa mayoría de la tierra emergida sólo tiene mar en el lado opuesto.
Más del 95 por ciento de las tierras emergidas del mundo carecen al otro lado de un lugar habitado en el que espejarse. La inmensa mayoría es océano. Por ejemplo, no hay ningún punto de Estados Unidos que tenga antípodas emergidas. En Rusia, apenas una mínima región de Siberia. Y en Europa entera sólo Galicia y una pequeña franja por Castilla y Andalucía que es lo que coincide con Nueva Zelanda. Así que el plan de hacer un profundo agujero funcionaría peor: lo que hay al otro lado de casi toda la superficie de los continentes es agua.
Pero Vigo, no. Vigo tiene a la villa de Dobson y a la ciudad de Greymouth, ambas a orillas del río Grey. Además, Nueva Zelanda en maorí se dice Aotearoa, “la tierra de la gran nube blanca”. Y que acumule borrascas es algo que nos ayudaría a aclimatarnos.
Para encontrar nuestras antípodas (o nuestros antípodas, ya que valen ambos géneros), podemos usar algunas aplicaciones en línea, como el portal Geodatos. Basta con poner nuestra localización y aparecerá el punto opuesto del hemisferio Sur, con su mapa y algunos otros datos. Es el caso de Compostela, que tiene justo debajo la villa de Hokitika, situada en la región de West Coast.
Pero visitemos la pequeña Dobson, en las antípodas de Vigo con sus apenas 800 habitantes actuales, pese a que en el pasado fue un importante asentamiento dedicado a la minería del carbón. Pero sólo 10 kilómetros río abajo está la ciudad de la que depende, Greymouth, que es la mayor población de la región de la Costa Oeste, en la Isla Sur de Nueva Zelanda. Su censo es de 13.859 habitantes. Para hacernos una idea, tiene más Porriño. Y Redondela sería el doble.
La ciudad está enclavada en un hermoso paraje en la desembocadura del río Grey, sobre una ancha llanura costera a los pies de los Alpes Meridionales. En los días claros se puede ver el monte Cook, con sus 3.724 metros de altura. Más o menos, tiene la misma altura que el Teide y sus estribaciones son famosas porque allí se grabaron muchas escenas de El Señor de los Anillos.
Greymouth está en un paraje natural increíble, al igual que sucede con su ciudad en los antípodas, que es la nuestra. Ellos tiene su río Grey y nosotros, la ría de Vigo. Entre sus atractivos turísticos está el tren TranzAlpine, considerado una de las rutas ferroviarias más hermosas del mundo y que serpentea por los Alpes Meridionales. El turismo es por tanto una de las bases de su economía aunque históricamente nació por la fiebre del oro, durante la que llegó a tener 25.000 habitantes y 100 locales en los que se servía alcohol. La cerveza local es, de hecho, toda una institución. Y todavía quedan explotaciones mineras dedicadas al carbón.
Así que, cuando pase todo esto, cuando la pandemia sea un recuerdo y volvamos a viajar, queda aquí la idea para ver el mundo boca abajo. Y conocer Nueva Zelanda, sus Alpes Meridionales y su río Grey. Y la pequeña villa de Dobson, espejo de Vigo, a 12.000 kilómetros bajo nuestros pies, para conocer a nuestros antípodas.
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