Muy pronto, el próximo 23 de octubre, cumplirá 320 años la batalla de Rande, la formidable conflagración que en 1702 enfrentó en la ría de Vigo a los Galeones de la Plata, escoltados por la armada francesa del Rey Sol, contra una escuadra combinada anglo holandesa, con el almirante George Rooke y su buque insignia británico, el Royal Sovereign. Aquel desastre, que dejó el mar en llamas, miles de muertos y la leyenda de un formidable tesoro sumergido, también nos sirvió para anticipar la importancia de un avance en las comunicaciones: el correo postal de corte estatal. Ya con los Austrias había un servicio de postas, pero era explotado en monopolio privado por la familia Tassis, que controlaba el correo también en la Europa central. De hecho, hay versiones que sostienen que la palabra ‘taxi’ no viene de acortar ‘taxímetro’ sino del patronímico de este rico linaje de Flandes.
Sea como fuere, en 1702 estaba a punto de aparecer en Galicia el correo postal moderno, que nacería por orden del rey Felipe V a partir de 1716, y con implantación total a partir de 1727. Y el sistema que entonces triunfaba y luego continuó con grandes mejoras era la llamada ‘posta’.
En la historia de la batalla de Rande, por ejemplo, se usa este término con frecuencia. El 20 de septiembre de 1702, Manuel de Velasco y Tejada ordenó «correr la posta» hacia Madrid con la noticia de la llegada a Vigo de la Flota de Nueva España. La respuesta de la Corte llegaba de vuelta a Vigo sólo diez días más tarde. Lo que nos muestra un servicio que era relativamente veloz, con unos cinco días para comunicar Galicia y la Corte.
El medio de transporte más rápido de la época era el caballo, pero la fatiga le impedía ir al galope en largos períodos. Así que, cada diez o quince kilómetros, según la orografía y otras dificultades de la etapa, se establecían casas de postas, con monturas de repuesto. Los jinetes podían cambiar así de caballería y cubrir largas distancias en poco tiempo. Los postillones se encargaban de ensillar las cabalgaduras, bien alimentadas, limpias y descansadas para el nuevo tramo.
Las casas de postas eran gestionadas por los maestros de postas que tenían a su cargo las caballerías y los postillones. Su responsabilidad era el cambio de caballerías y la distribución de postillones. El postillón era la persona que iba a caballo delante de las postas, ganado o viajeros a modo de guía. Llevaba consigo una trompeta que hacía sonar para avisar de su paso, un elemento que hoy podemos encontrar en el logotipo de Correos, por ejemplo.
Dicen que fue el emperador persa Ciro El Grande el primero que calculó la distancia que un caballo podía recorrer al galope sin descansar. Y así hizo construir cuadras equidistantes en los caminos. Más tarde, Alejandro Magno perfeccionó el sistema. Y, en Roma, Septimio Severo la extendió por todo el imperio, para aprovechar el magnífico sistema de calzadas. Desde la Edad Media, las postas en España estaban a las órdenes de un maestro de postas, un cargo que se heredaba de padres a hijos. Había un servicio de caballos, para transporte urgente de personas o mensajes; y otro de bueyes y mulas, para las mercancías en carros.
Las casas de postas se disponían en las principales poblaciones a lo largo de las líneas de correos y en las vías más importantes para proveer el suministro de caballos necesario para realizar los viajes. Muchas servían también de parada de diligencias para viajeros. Sobre la puerta de las casas se ponía un escudo de las armas reales y un rótulo con grandes letras moldeadas con estas palabras: parada de postas. En el entorno de Vigo, podemos encontrar las ruinas de algunas de aquellas casas de postas, como la situada por ejemplo a la salida de Arcade, en Ponte Sampaio, en el viejo camino Portugués a Compostela. También saliendo de Vigo había parada en O Porriño, por ejemplo. Y un ramal salía directamente desde Tui con dirección a Ourense, de modo que el correo de Vigo enlazaba con esta vía.
Volviendo a la época de la batalla de Rande, la posta era entonces el mejor medio para comunicarse con la Corte. Y se hizo acuciante la necesidad de unas postas veloces, ante la urgencia por intercambiar mensajes entre Vigo, Madrid y Sevilla. El 7 de octubre de 1702, el príncipe de Barbanzón, gobernador de Galicia, daba órdenes precisas para agilizar el servicio: «El grave inconveniente que se encuentra hacia el servicio de S.M. en la falta de postas en la Carrera, desde aquí en derechura a Ribadavia, Orense y a la Corte, precisa a que V.S. luego que reciba esta disponga que desde esta villa en los tránsitos correspondientes se pongan postas en su provincia, de manera que estén prontas para correr así, los correos que van y vienen a la Corte, como otros pasajeros que quieran encaminarse en la misma diligencia a aquella; y encargo a V.S. la mayor brevedad; y que también se pongan postas en Redondela hasta la villa».
Como casi siempre, en los grandes momentos es cuando sobrevienen las urgencias. Y la llegada a Vigo de las flotas de cuatro coronas en guerra hizo que el correo se convirtiese en algo vital. Para ello se utilizaron las casas de postas, que comenzaron a profesionalizarse bajo titularidad pública aproximadamente en la misma época en el que se libraba la Guerra de Sucesión, en la que se enmarca la histórica Batalla de Rande.