Era una viajera, una periodista intrépida y una mujer pionera en su tiempo. También, una celebridad en el Reino Unido, donde el público devoraba sus reportajes a comienzos del siglo XX. Uno de ellos la trajo a Vigo, después de haber recorrido Rusia, Estados Unidos o Australia. Hace poco más de un siglo, en 1909, Annette Meakin, recogía aquel texto vigués en un libro de viajes titulado “Galicia, la Suiza de España”, donde retrata una región sumida en el atraso con una excepción: Vigo, que considera “la ciudad más moderna” del país. Así era, según esta observadora imparcial, la urbe olívica a comienzos del siglo XX.
La vista de la ciudad y su ría fascina a Meakin nada más llegar. No es extraño. Algo similar escribirán Hemingway, cuando llega en barco, o Pérez Galdos, que lo hace en tren. La inglesa lo hace en ferrocarril: “Nuestro tren bordeó la costa de la Ría, serpenteando en la orilla de las aguas hasta llegar a la estación de Vigo. Vigo es la ciudad más moderna de Galicia; debe su rápido desarrollo a su situación geográfica y a su bahía y puerto, famoso por ser uno de los mejores del mundo”.
Lo primero que llama su atención es la disposición del municipio en anfiteatro sobre el mar: “Vigo está construido sobre la ladera de un monte, y desde su cumbre se pueden ver montañas a todos lados excepto donde la ría lo limita por el oeste. Entre los distintos picos de las montañas pueden verse fértiles valles de todas las formas y tamaños, y separados los unos de los otros por las crestas de las montañas cubiertas de robles y pinos”.
Annette Meakin, que viaja por encargo de la editorial londinense Methveaud, elogia el tiempo atmosférico. Es un piropo que hay que calibrar con cautela, teniendo en cuenta su ciudad de procedencia. “El clima de Vigo tiene fama de ser de los mejores de España –afirma- su tierra produce todo tipo de verduras y frutas en la más grande abundancia, y mucho más temprano de lo que crecen en otras partes de Galicia”.
Enseguida, describe la pujanza industrial de la ciudad: “Su principal industria es la pesca, y en conexión con ella hay muchas salazones y fábricas de conserva de pescado. Otras industrias son la fábrica de papel, la refinería de petróleo, y los curtidos. La construcción de barcos pesqueros también constituye una importante industria”. Por esa época, los astilleros Barreras construyen los exitosos vapores “tipo Vigo”, que no sólo triunfarán como pesqueros sino que Inglaterra los comprará y reconvertirá en dragaminas para participar en la batalla de Galípoli, el gran fracaso de Churchill en la I Guerra Mundial.
La escritora británica considera el puerto como el gran activo de la ciudad: “Vigo es un puerto de primer rango; tiene tres cables submarinos, y la estación naval de las flotas británicas. Hay unos cuarenta y cinco jóvenes ingleses empleados en Vigo en relación con el tendido de cables por el Gobierno Británico”.
En su reportaje, hay lugar para el apunte social: “Me dijeron que algunos de los jóvenes ingleses se han convertido al Catolicismo Romano para poder casarse con doncellas españolas. Los ingleses de Vigo publican un periódico en su lengua madre, que se distribuye entre ellos mismos. En la actualidad, A Coruña puede presumir de tener más importancia comercial que Vigo, pero por su favorable situación Vigo está destinado a ponerse a la cabeza en el futuro”.
No es la primera comparación que hace con A Coruña. Mientras admira la hermosura de la ciudad olívica y de sus gentes, veamos qué escribe sobre los herculinos cuando llega a su ciudad. Así es el paisaje coruñés: “Nos rodeó inmediatamente una multitud de mendigos de aspecto miserento y de todas las edades y descripciones posibles. Muchos de los chavales eran bizcos, otros eran tuertos y algunos eran ciegos de los dos ojos. Muchos estaban terriblemente tullidos, y tenían dificultades para seguirnos con los miembros que les quedaban; pero seguir nos siguieron, algunos a cuatro patas”.
Nada que ver con la estampa que describe en Vigo: “Varias calles de Vigo están formadas por elegantes edificios de granito blanco, según el estilo de las de Berlín, pero más hermosas, porque las de Berlín son sólo de estuco”. También recomienda “hacer la hermosa excursión por la costa de la ría”.
Pero, antes de seguir camino, vuelve a maravillarse con el puerto, que considera “uno de los más magníficos y seguros del mundo; muchos lo consideran el mejor de Europa”. Y lo recomienda como refugio, pues “está guarnecido de todos los vientos, y es tan grande que las flotas de muchas naciones podrían anclar allí al mismo tiempo”.
El libro de viajes por Galicia de Annette Meakin. Existe una versión traducida por Rebeca Quintáns. Y su mayor valor es hacer un retrato de un siglo atrás. La obra concluye con estas inquietantes palabras: “Adiós, Galicia… tierra en la que los campesinos están oprimidos por un mal gobierno, la usura y su propia crasa ignorancia”. Un retrato demoledor firmado por una viajera intrépida de hace poco más
de un siglo.
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