Con el paso de los años es fácil observar que la última humanización de la viguesa Ronda de don Bosco tuvo sus aciertos y sus errores. La calle sufrió una transformación profunda no exenta de polémica por la eliminación de sus antiguos árboles y el exceso de cemento, unos bolardos endebles que inicialmente delimitaban la zona peatonal y de los que actualmente sólo queda en pie una reducida muestra, y una estatua de Don Bosco que ha quedado un poco desplazada e incluso olvidada. Sin embargo, es preciso reconocer que con la humanización de la Ronda de Don Bosco se consiguió crear un espacio ciudadano donde se dan cita multitud de personas en un ambiente tranquilo y a la vez animado. De existir un mínimo de mantenimiento urbano la imagen sería considerablemente mejor.