Es necesario que las administraciones públicas hagan un esfuerzo para potenciar el campo, para que la juventud empiece a ver posibilidades de futuro en el campo. Es cierto que vivir en el campo es difícil en unos tiempos en los que todo el mundo busca comodidades y modernidad, algo que está vinculado exclusivamente con las grandes urbes. La emigración desde el campo a la ciudad, que no se ha detenido durante años, está dejando casi vacíos los pequeños pueblos y, sobre todo, las pequeñas aldeas. Es algo que ocurre con mayor intensidad en el interior de Galicia, puesto que en la costa la situación no resulta tan alarmante. La explicación es bien sencilla: en las ciudades existen servicios médicos, servicios alimentarios, infraestructuras educativas, infraestructuras deportivas, ofertas culturales, grandes almacenes, buenas conexiones de internet y telefonía, pero sin olvidar las posibilidades de diversión que ofrecen las grandes poblaciones, algo que también resulta muy atractivo para la juventud del rural. Todo esto es una realidad, por eso es preciso que exista una auténtica política específica para el rural. Son apremiantes unos cambios que favorezcan la inversión de esa migración con una mejora en los precios en el sector primario, con buenos sistemas sanitarios y buenas estructuras educativas que eviten grandes desplazamientos, con buenas comunicaciones y buenas infraestructuras de telefonía e internet, y sin olvidar una de las cosas más importantes: con contratos y sueldos que dignifiquen todos los trabajos de esa gente tan necesaria para que el campo siga produciendo.