Son capaces de quitar directamente de las manos aquello que les sirva de alimento, y si se ven atacadas, o simplemente lo suponen, emiten graznidos amenazantes y no dudan en revolotear en vuelo rasante dispuestas al ataque. Cierto que algunas personas tampoco reparan en utilizar los huevos de sus nidos para consumirlos del mismo modo que se hace con los de las gallinas, pero en conjunto resulta mayor el perjuicio de su presencia que el beneficio. Por supuesto, no se trata de exterminarlas porque forman parte de un equilibrio natural, pero sí, en cambio, se debería controlar eficazmente el crecimiento de sus colonias, que son cada vez mayores y que ya constituyen un gran peligro para todos.