Enrique Lorenzo siempre fue un vigués preocupado por su ciudad. Segundo Mariño nos recuerda que les ponía tarea a los periodistas conocidos: “Periodista, a ver si dices algo del aeropuerto que nos lo van a chafar” o “mi querido amigo, ¿por qué no os metéis un poco con la Renfe que nos trata como a una ciudad de tercera?”.
Además de sus cargos empresariales, fue el primer vicepresidente de la Cámara de Comercio, presidente del Centro Vigués, entidad que colaboraba con el Ayuntamiento en defensa de los intereses locales, y presidente de la Diputación de Pontevedra. También ocupó la presidencia del Real Aero Club, entidad que fundó y donde gustaba practicar el golf, deporte del que fue uno de los pioneros en la ciudad.
Vigués de pura cepa, nació el 16 de noviembre de 1892 en el barrio de Canadelo, fue hijo y nieto de ferroviarios, su padre trabajó en la estación de Vigo del ferrocarril.
En su etapa escolar Enrique Lorenzo cursó sus estudios en la escuela pública del Arenal y en el colegio de Maria Auxiliadora en la calle García Barbón (más tarde Colegio Mezquita). Asistía por las noches a clases en la Escuela de Artes y Oficios donde completaba su formación.
Con dieciséis años comenzó a trabajar de “meritorio” en la empresa Babé y Cía., en el barrio de Guixar. Al no ver posibilidades de mejora, en 1911 decide coger la maleta y compra un pasaje con destino Argentina. Comienza trabajando como empleado en varios establecimientos comerciales y termina como contable en una empresa importante dedicada a la fabricación de elementos de óptica.
Enrique Lorenzo se dirige a sus trabajadores (1968).
Cuando cumple 23 años decide volver a España para cumplir con el servicio militar en el regimiento de artillería de Ferrol. Al acabar vuelve a Vigo y se emplea en el astillero de Troncoso y Santodomingo, situado en el Arenal. En la empresa va ascendiendo y llega a jefe de contabilidad.
Allí trabaja Ludovico Morlón, ingeniero belga al que llaman “el francés”. Ambos deciden independizarse y montan un pequeño taller de reparación de calderas de vapor en la calle Policarpo Sanz (donde hoy está la Casa das Artes) y cuando se les queda pequeño se trasladan a la calle Canceleiro.
Varadero de Espiñeiro. Años 30
El capital de la empresa se conforma gracias a unos ahorros de Enrique Lorenzo y a un pequeño crédito del Banco Español del Río de la Plata avalado por un familiar. Poco a poco van consiguiendo trabajos y así gracias a la austeridad en los gastos y los anticipos a cuenta de los clientes van capeando el temporal. El esfuerzo era titánico por parte de todos, empezando por el patrón, que permanecía en el taller 12 o 14 horas diarias sin domingos ni festivos.
De esta manera van progresando y en 1920 ya tenían una plantilla de 40 trabajadores. Se da el caso de que cerca del taller hubo años atrás una fundición llamada La Vulcano, por lo que se les comienza a conocer por el mismo nombre.
Construcción de buque en madera. Años 30.
Realizan trabajos de calderería, fundición y construcciones metálicas. Las calderas que fabrican son destinadas a buques de pesca de los puertos de toda Galicia. A mediados de los años 20 comienzan a trabajar para empresas ferroviarias reparando locomotoras. También consiguen encargos para construir puentes metálicos y torres de alta tensión como subcontrata.
En 1927 consiguen el encargo de fabricación de una gabarra en acero para la empresa vizcaína Sociedad General de Obras y Construcciones construida a base de planchas de acero remachadas y que fue botada en febrero de 1928.
Nueva factoría
En 1930 el taller se queda pequeño y Enrique Lorenzo consigue la concesión de la playa de Espiñeiro para la construcción de un taller y de un varadero. Este iba destinado a ampliar las posibilidades de negocio con vistas a construir el casco de los barcos donde iban a instalar las calderas que la empresa fabricaba.
Allí comenzaron a montar la primera grada aprovechando las mareas bajas, tanto de día como de noche, montando dos vías primero y otras dos poco después, donde se podían varar pesqueros que no excedieran las 100 Tm de registro.
En estos años la empresa se especializa en la construcción de gabarras y grúas flotantes, con encargos de la Sociedad General de Obras y Construcciones y de la empresa Puertos y Pantanos S.A. Además, fabrican dos gasómetros para las fábricas de gas de Vigo y A Coruña.
Enrique Lorenzo consigue en 1932 dos patentes para fabricar quemadores que admitiesen combustible líquido, creando una nueva sociedad Equipos Mecheros de Petroleo S.A. (EMPSA).
En la década de los años 30 la situación económica es difícil para todos derivada del crack americano de 1929. Las conserveras pasan una mala racha porque los grandes clientes de la América española ahora tardan en pagar. La empresa de Enrique Lorenzo tiene problemas de liquidez y sufre hasta trece embargos, aunque de pequeña cuantía. El trabajo escasea y las huelgas son frecuentes en la España de la II Republica. A comienzos de 1936 todo el sector naval vigués está a punto de la suspensión de pagos.
En 1936 estalla la guerra civil y los talleres son militarizados para emplearlos en el esfuerzo de guerra del “bando nacional”, concretamente de la Jefatura de Movilización Industrial con sede en Valladolid. El propio Enrique Lorenzo adquiere el grado de Teniente Coronel de Artillería.
Los talleres deben fabricar estructuras metálicas para establecer puentes, munición de pequeño calibre y tienen que adaptar pequeños cañones y ametralladoras a buques pesqueros y de transporte. Los beneficios de la guerra sirven para sanear el apartado económico de la empresa y capitalizarla. La plantilla llega de pronto a los 500 trabajadores.
Nueva época
Acabada la guerra, las líneas ferroviarias son nacionalizadas y Enrique Lorenzo consigue el contrato en exclusiva para la reparación y construcción de calderas y equipos de la nueva empresa nacional (Renfe), lo que supondrá una gran carga de trabajo para la empresa.
Pero España en esta época de postguerra está aislada políticamente y tiene muchos mercados cerrados y necesita encontrar fuentes de proteína barata para una población que lo ha pasado muy mal durante la contienda civil.
Calderas construidas en Factorías Vulcano.
La fuente de proteína que andaban buscando la encontrarán en la pesca. Enrique Lorenzo, como buen empresario, lo ve venir y cree que tiene una gran oportunidad para construir nuevos buques. El Gobierno va a apoyar el sector mediante la promulgación de la Ley de Crédito Naval con créditos blandos. Los astilleros también se ven beneficiados y el empresario vigués presenta un proyecto de ampliación de talleres y varadero.
Es en 1941 cuando la empresa se convertirá en sociedad anónima, Factorias Vulcano-Enrique Lorenzo y Cia., S.A. con una ampliación de capital hasta de 2.100.000 pesetas. El presidente del consejo es Enrique Lorenzo y le acompañan familiares y personas de confianza como consejeros.
Vista aérea de A Guía y Vulcano.
A comienzos de los años 50 el capital de la sociedad asciende a 10 millones de pesetas y se comienza a abandonar la madera, que es sustituida por el acero para el casco de los buques, pero esta tendencia no se afianza hasta 1958. En esta década construyen dos buques arrastreros por año además de otros encargos como pequeños cargueros.
La escasez de materias primas como el acero laminado continúa y la energía también, por lo que son frecuentes los apagones en los talleres. Esta escasez de materias primas determinó que varios empresarios vigueses crearan la sociedad Suministros Metalurgicos Navales Sociedad Anonima (Sumnsa), como por ejemplo los industriales Freire, Santodomingo o Troncoso, entre otros.
Le empresa haría el papel de central de compras y de representante ante el poder político para poder obtener cuotas, permisos o licencias, fruto todo ello de tener una economía totalmente intervenida que con los años llevarán a la nación a un callejón sin salida.
Buque en reparación. 1947.
La persona elegida para presidir la nueva sociedad fue el constructor naval Luis Iglesias, si bien por poco tiempo ya que el propio Enrique Lorenzo ocuparía el cargo y duraría en él muchos años. Sumnsa en 1957 adquiriría la empresa Aceros de Galicia S.A. que trabajaba en la fabricación de piezas de acero especiales.
A finales de los años 50 la economía española necesita dar un golpe de timón ya que el régimen autárquico nacido de la guerra civil no daba más de sí, es entonces cuando Renfe finaliza su contrato con Vulcano, y Enrique Lorenzo busca en el mercado internacional empresas con las que poder asociarse para la fabricación de calderas. Las encuentra en la escocesa John Thompson y la alemana ERK y de esta manera comienza a fabricar bajo licencia calderas para la industria conservera, maderera, textil y cervecera.
Construcción de velero. 1947.
Ampliación del astillero
A finales de los años 50 Enrique Lorenzo se da cuenta de que debe iniciar otra etapa construyendo buques en acero de mayor tamaño y que debe ampliar las instalaciones del astillero. El tipo de buques que construirá Vulcano serán bacaladeros y arrastreros convencionales, que a partir de 1965 serán sustituidos por arrastreros por popa y buques congeladores.
La ampliación del astillero afecta a todas las secciones, como son la de cortado y conformado de chapa, la de parque de materiales y la construcción de un nuevo muelle. En 1961 la empresa Factorías Vulcano contaba con una plantilla de 780 trabajadores, incluyendo 42 técnicos y 98 administrativos.
Carguero «Litri». 1956.
Los buques construidos en los años 60 van destinados a la pesca de empresas como José Molares, y los cuatro bacaladeros que salen de la factoría de Espiñeiro serán para la compañía Motopesqueros de Altura Reunidos. También fabrican un cierto número de buques remolcadores.
En 1966 Vulcano construye el «Marcelino de Ciriza», un congelador arrastrero por popa con gran capacidad de carga y que incorpora en su interior instalaciones para la fabricación de harina de pescado.
La década de los 60 será una época del despegue económico español y en Factorías Vulcano los contratos para construcción de nuevos buques se suceden.
Carguero «SER». 1964
A estas alturas Enrique Lorenzo ya ha entrado en la setentena y es feliz con su empresa, donde reina un buen ambiente de camaradería entre trabajadores y directivos. Pero en la década siguiente las cosas se van a torcer. En el año 73 estalla la primera crisis del petróleo que afecta a todo Occidente, la conflictividad social en España se dispara y los pedidos de buques disminuyen.
El Gobierno entonces promueve la concesión de créditos blandos a los armadores y Vulcano se decanta por la construcción de grandes buques mercantes, un tipo de buques cuyo número de pedidos irá disminuyendo.
Pero Enrique Lorenzo se encuentra en su último tramo de vida. Fallece el 20 de noviembre de 1981 y a su entierro acuden más de 2.000 personas en el cementerio de Pereiró para darle su último adiós.
Taller de corte de chapa.
La empresa ahora está en una difícil situación ya que apenas hay contratos de nuevos buques y se producen movilizaciones sociales. En 1983 se produce la primera reconversión del naval en el primer gobierno socialista de la democracia española. Los herederos de Enrique Lorenzo deciden vender la empresa.
En 1986 se hace con la empresa Fernando Santodomingo, ingeniero naval de la saga de Construcciones Navales Santodomingo. La empresa se somete entonces a un intenso programa de viabilidad, que incluye un crédito de 1.000 millones de pesetas para el saneamiento financiero a cambio de acoger excedentes loborales de otras empresas.
En 1988 Carlos Molares vendió al grupo Pleamar el 49% del capital de la empresa. El holding entrante, propietario de otras empresas pesqueras, favoreció la carga de trabajo de Factorías Vulcano que en 1991 trabajó con ocupación plena para una plantilla de 500 trabajadores.
Poco tiempo después el nuevo presidente firmará un contrato con la URSS (hoy Federación Rusa) para la construcción de 15 pesqueros-factoría valorado en 72.000 millones de pesetas. Vulcano construirá ocho de los quince cediendo el resto a otros astilleros. Con los beneficios del contrato reinvertirá parte en la empresa y adquirirá la compañía madrileña Sadeca a la que traslada la división de construcción de calderas.
Club Balonmano Vulcano
En Factorías Vulcano el deporte llegó a ocupar un papel importante. La empresa poseía equipo de fútbol y equipo de balonmano, entre otros. El conjunto de balonmano es recordado hoy en Vigo como uno de los grandes pioneros del deporte vigués. El presidente del club era Enrique Lorenzo hijo.
El Vulcano de balonmano nació a mitad de los años 50 y fue ascendiendo de las divisiones locales y regionales hasta 1ª Nacional, finalizando en la División de Honor. El ascenso se produjo el 11 de mayo de 1969 en Lugo frente al Picadero de Barcelona.
Desgraciadamente la crisis sufrida por el astillero en 1971 provocó el abandono del equipo en plena temporada después de disputar solamente tres partidos. Vigo tardaría cuatro años en volver a tener un club jugando la máxima categoría del balonmano español.
La empresa hoy
Factorías Vulcano ha venido construyendo hasta hoy buques de gran porte, especializándose los últimos años en la construcción de buque quimiqueros y offshore. Vulcano fabricará en este año 2015 tableros metálicos para la ampliación del puente de Rande.
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