Daniel Goleman, pionero en este tema, definió la inteligencia emocional como “una forma de interactuar con el mundo que tiene muy en cuenta los sentimientos, y engloba habilidades tales como el control de los impulsos, la autoconciencia, la motivación, el entusiasmo, la perseverancia, la empatía, la agilidad mental. Ellas configuran rasgos de carácter como la autodisciplina, la compasión o el altruismo, que resultan indispensables para una buena y creativa adaptación social».
La inteligencia emocional sería el instrumento a través del cual nuestras emociones y las emociones ajenas serian conducidas hacia el objetivo estratégico. Los resultados de este binomio están sobradamente garantizados, ya que está probado que las marcas con inteligencia emocional son capaces de reconocer, expresar, regular, controlar y dirigir las propias emociones y las de los otros para adaptarse a las situaciones, lograr metas y propósitos.
Una marca si es personal es emocional, siguiendo a los estudiosos de la inteligencia emocional como Goleman, Boitazis y McKee, y haciendo una correlación de sus teorías con la marca personal, entendiendo la misma como una forma de liderazgo personal, el resultado sería una sinergia entre el desarrollo de las competencias emocionales de la persona y su proceso de marca personal. La persona crece y evoluciona y con ella sufre el mismo proceso su marca personal.
Por último, si aplicamos las emociones a los elementos del Marketing Mix (producto, precio, promoción y distribución) esto supone que somos capaces de definir estratégicamente como deben de ser los elementos tangibles de nuestra marca: su diseño gráfico, la identidad corporativa, etc y los intangibles: reputación social, crecimiento de la notoriedad etc.