Cenizas, barro, madera quemada y chimeneas humeantes, todo ellos rodeando a pequeños «oasis» verdes en los que el fuego no pudo entrar. El aspecto que presentan los montes vigueses tras la devastación de las llamas es desoladora. Los impresionantes miradores del Alba y el Cepudo, desde donde se divisa toda la comarca, ofrecían este miércoles una imagen de tristeza, dolor y angustia.
En el alto del Cepudo algunos árboles se salvaron de la devastación. Están rodeados por grandes manchas negras que reflejan el brutal alcance del fuego. Desde la carretera de A Garrida hasta el Alba, especialmente en la falda norte y oeste, el bosque se salvó, pero al adentrarse en el último tramo de asfalto que lleva hasta la famosa Caseta del Alba el color cambia de golpe.
Ni una sola rama, ni una hoja, todo quemado. Manto vegetal, árboles, arbustos e incluso piedras, todos es negro. Los servicios de mantenimiento de electricidad todavía trabajaban este miércoles en la zona alta para reparar la conexiones averiadas.
En el Cepudo, el restaurante quedó prácticamente rodeado por las llamas y el fuego no llegó a una cisterna de combustible por centímetros. En el punto más alto se pueden apreciar los efectos del incendio en el Alba, el Monte dos Pozos, Fragoselo, Chandebrito, Matamá, San Andrés de Comesaña.
Los primeros cálculos apuntan a que ardió entre el 80 y el 90 por ciento de la masa forestal, incluidas varias iniciativas de reforestación con especies autóctonas. Por fortuna, el fuego no alcanzó otra parte muy importante del cinturón verde de Vigo, las zonas de Cabral y Zamáns. Tampoco llegó prácticamente hasta Saiáns y San Miguel de Oia, donde los vientos del sur ayudaron a llevarse el fuego en dirección contraria.