Lunes, 8 de mayo de 2000, en la Carretera Provincial de Vigo. Las primeras luces del día quedan enmudecidas por un ruido ensordecedor. Un estruendo al paso de un blindado que lleva en su interior 390 millones de pesetas con destino a la sede del Banco de España en Pontevedra. A continuación, humo, disparos y gritos.
El atraco cometido sobre un furgón de Prosegur en mayo de 2000 empezó mal y acabó peor. Este viernes se cumplen 20 años de «la masacre de Vigo», tal y como la definió uno de los miembros de los Grupos Revolucionarios Antifascistas Primero de Octubre (Grapo) que participó en el acto más sangriento de la banda terrorista en la ciudad que la vio nacer.
La intención era detener el blindado en la Carretera Provincial, a la altura de la 3ª Travesía de A Salgueira, pero nada salió bien. Uno de los artefactos caseros tipo lapa no llegó a explotar y los otros tres no consiguieron parar el furgón hasta cien metros después del lugar indicado. Los vigilantes pudieron salir y enfrentarse a los asaltantes convirtiéndose la calle en una sangrienta batalla. Iván Salgado, técnico sanitario por aquel entonces, estaba a punto de acabar su turno y se encontraba en una ambulancia parada en la gasolinera de Praza de España.
«Escuchamos un ruido tremendo. En un principio pensamos en un accidente de tráfico y bajamos por el túnel. Al salir a Gran Vía la gente que estaba por la calle ya nos hacía señales, así que entramos por la Carretera Provincial y cuando llegamos nos encontramos a tiros a los vigilantes y a los atracadores», explica el joven que aún asegura sentirse impactado por lo que allí vio.
«Nos quedamos en el coche y vimos a varios encapuchados con pistolas, no sé si se tapaban con bufandas o pasamontañas. A los pocos minutos llegó la Policía», añade Iván antes de asegurar que «todo eran sirenas, humo, polvo, tiros, gente corriendo hacia todos los lados… como una película, impresionante. Nos pusimos muy nerviosos, no quiero volver a verme en una de esas en mi vida».
De los interrogatorios extraídos en el juicio celebrado en enero de 2010 a los supuestos autores se deduce que el comando tenía pocas posibilidades de tener éxito. La actitud del líder, Fernando Silva Sande, descrita por su ex camaradas indica que se cometieron numerosos errores y constantes excesos. Los grapos procesados acusaron a su ex jefe de violar a una de las integrantes de la célula, Esther Ilarraz, quien en aquel momento era novia de otro de los grapos más temidos, Israel Torralba.
Piso alquilado en Romil
La pareja se alojó con documentación falsa en un inmueble alquilado de la calle Romil a principios de febrero y durante tres meses estudiaron la ruta que realizaba el furgón. Los preparativos concluyeron que aquel día del mes de mayo el vehículo de seguridad transportaría 390 millones de pesetas a primera hora de la mañana hasta la sede del Banco de España en Pontevedra.
Los vigilantes Jesús Sobral y Gonzalo Torres caían abatidos por los disparos de escopeta de Silva Sande, según los testimonios del resto de procesados que lo calificaron como un cowboy, mientras que Manuel Espada lograba refugiarse en la parte trasera del vehículo y herir a Martín Ponce. La resistencia del vigilante impidió que el comando se apropiase del dinero y todo el botín que pudieron llevarse fueron tres sacas con monedas y un balazo.
Días después un comunicado enviado a algunos periódicos de la ciudad reivindicaba la operación y confirmaba que había sido un asalto fallido. Ese mes de septiembre volvían a actuar en Vigo colocando un artefacto explosivo en una Empresa de Trabajo Temporal (ETT) de la céntrica calle Urzaiz, aunque en esta ocasión la acción se perpetraba durante la noche y nadie resultaba herido.
Fernando Silva Sande fue expulsado de los Grapo y cayó en la operación policial llevada a cabo en París en aquel otoño de 2000. Desde entonces todos los miembros del comando fueron arrestados de forma escalonada hasta sentarse en el banquillo diez años después del atentado.
Juicio y condenas
El juicio celebrado en enero de 2010 en la Audiencia Nacional por el asalto al furgón blindado en Vigo puso de manifiesto que algunos de sus históricos líderes ya habían dejado de pertenecer a la banda.
Fernando Silva Sande (Carnota -A Coruña-, 1954), sin duda el grapo con el curriculum más sangriento, fue públicamente repudiado por sus ex camaradas en la vista oral. Los testimonios de Marcos Martín Ponce, Mónica Refojos y Manuel Martínez Pérez, «Arenas«, dejaron claro que el hombre más escurridizo de cuantos haya tenido la banda, también acostumbraba a ir por libre.
«La masacre de Vigo», como la denominó Ponce ante el tribunal, supuso su expulsión, pero éste no anunciaría su salida hasta que en otro juicio aseguró que ya no pertenecía a los Grapo. Con 41 causas abiertas en la Audiencia Nacional, de las que se han derivado cinco condenas que suman un total de 158 años de cárcel, Silva Sande se desvinculó de la banda.
«Hay que tener bastante fanatismo y ser bastante cretino para militar ahí. No soy inocente, porque he sido lo bastante gilipollas para militar en una organización terrorista», espetó al tribunal. Galicia está estrechamente ligada a la evolución de los Grapo y un total de 13 de los cerca de 50 presos de la banda son gallegos.
Nacimiento en Sárdoma y Teis
El nacimiento de los Grapo se remonta a los últimos años de la década de los 60 y primeros de los 70 cuando en los astilleros vigueses comenzaba a germinar el movimiento obrero. De barrios como los de Teis -en concreto apuntan a Rorís-, O Calvario y Sárdoma surgieron las primeras voces contra el sistema establecido. La dictadura franquista languidecía y las voces que propugnaban la lucha armada empezaban a organizarse.
«En el año 72, durante las grandes manifestaciones obreras en Vigo, comenzó a moverse la clase trabajadora. Algunos miembros del Partido Comunista decidieron optar por la vía armada y se escindieron», asegura uno de los históricos afiliados al PCE y que posteriormente fue cabeza visible en el movimiento vecinal.
No fue la metalurgia gallega la única, también en Asturias y Andalucía se dieron casos similares y todos acabaron por fusionarse, pero sí que se puede considerar a Vigo como uno de los reductos en los que los grupos revolucionarios siempre encontraron apoyo. Tristemente, también en la ciudad olívica fue donde cometieron uno de sus actos más sangrientos.
«Si te dicen que caí, ya sabes mi paradero, aunque no sea minero, borracho y dinamitero, el primero es el día de octubre señalado, tú en tu cárcel y yo en la mía, seguimos organizados. Fuimos un grupo vigués. Y volveremos a ser hoy lo que fuimos ayer» («Fuimos un grupos vigués», de Siniestro Total. Disco «Me gusta como andas», 1988).