A su llegada, los agentes comprobaron que las llamas habían sido extinguido por el propietario de la vivienda, que relató que el suceso se había originado cuando su hijo de cuatro años se encontraba jugando con un mechero que encontró por la cocina, le prendió fuego a una pequeña manta y al asustarse la dejó caer sobre un sofá, marchándose al piso superior donde se encontraba su hermana de trece años.
Ésta, minutos después, olió y vio entrar humo a su habitación, por lo que alertó a su padre, que se encontraba en un anexo exterior de la casa. Al ver el incendio en la planta baja, cogió una manguera y después de romper el cristal de la puerta, procedió a sofocarlo y subió al piso a sacar a sus dos hijos. El hombre sufrió quemaduras leves en las manos.
Los daños materiales que se produjeron fueron cuantiosos. El fuego afectó a los muebles y a la instalación eléctrica de la planta baja y a la zona del tiro de las escaleras.
La policía requirió la presencia de un retén de bomberos para que valorasen si había alguna posibilidad de que se reprodujese el fuego, aunque los servicios de extinción de incendios confirmaron que no existía riesgo. La familia tuvo que pernoctar en otro domicilio.