Eso es porque se ha puesto muy difícil -cada vez más difícil- encontrar una vivienda digna en alquiler o de venta y a un precio razonable y asequible, y que el banco respalde el crédito o el aval necesario. Los precios han vuelto a subir y el sector inmobiliario se demuestra una buena inversión para quienes tienen muy abultada la cartera, pero no así para quienes tienen que sobrevivir con unos contratos cada vez más precarios y cercanos a la esclavitud.
El derecho a la vivienda -y ya no digamos digna- que se recoge en la Constitución Española brilla por su ausencia. Quizá fuera mejor borrar esa referencia para que el conjunto de la Carta Magna resultara más convincente. Los alquileres y precios de viviendas siguen subiendo sin parar y las condiciones de contratación se endurecen por causa de los impagos, que a su vez son motivados por la falta de un trabajo digno y justamente remunerado. Es un círculo vicioso muy difícil de romper. Todo son promesas políticas, pero la realidad aún sigue siendo muy cruda.